94 602 67 02
Urgencias: 648 029 733
94 602 67 02
Urgencias: 648 029 733
Las plantas, como las personas, tienden a enfermar si su salud es frágil, no tienen buen alimento y viven en un entorno poco saludable. Mantener el jardín sano es la mejor medida para evitar plagas y enfermedades.
Si éstas aparecen, es fundamental detectarlas con rapidez para erradicarlas antes de que causen males mayores.
La buena salud de un jardín comienza en el momento mismo de su concepción. El terreno y las condiciones climáticas han de tenerse en cuenta a la hora de elegir las especies a plantar.
El suelo debe ser rico en biodiversidad y las plantas, autóctonas o bien adaptadas al clima de la zona. Las especies nativas cuentan con defensas naturales para hacer frente a las condiciones del tiempo (mucha o poca luz, más o menos lluvia, viento…), e incluso a las plagas y enfermedades locales más comunes.
Plantar especies foráneas en un terreno pobre está condenado al fracaso.
Por otro lado, es fundamental supervisar las condiciones de luz y agua. Hay que cuidar que las plantas no se vean perjudicadas por posibles sombras, tener en cuenta el espacio a pleno sol, garantizar que el espacio entre plantas esté suficientemente aireado y cuidar que el terreno no acumule excesos de agua, que pueden provocar la aparición de hongos.
Además, es imprescindible limpiar el terreno periódicamente de malas hierbas, caldo de cultivo para la proliferación de insectos y hongos, y realizar las convenientes podas.
En función del clima de la zona, el riego deberá ser más o menos abundante. Finalmente, es imprescindible abonar periódicamente el terreno con un fertilizante de calidad que contribuya a mantener la salud del jardín.
Si, desafortunadamente y a pesar de nuestros cuidados, vemos que las plantas presentan mal aspecto, sus hojas cambian de color o, en el peor de los casos, mueren, es muy probable que sean víctimas de alguna plaga o hayan contraído una enfermedad.
Hay diferencias entre ambas cosas. La enfermedad en la planta es una respuesta frente a microorganismos patogénicos o factores ambientales adversos. La plaga es la proliferación de animales que se alimentan de la planta, deteriorándola de forma progresiva y llegando a causarle la muerte.
Dependiendo de la zona y su clima, los jardines sufren unas u otras plagas y enfermedades.
En climas húmedos, como es el norte de España, proliferan los hongos, sobre todo en primavera y otoño (el calor del verano los mantiene a raya). El oídio, la roya o el mildiu son comunes en estas zonas. También los caracoles y babosas se reproducen con mayor facilidad en ambientes frescos y húmedos.
El calor y el ambiente seco favorecen la aparición de la araña roja y los insectos denominados trips. La combinación de calor y humedad hace que prolifere la mosca blanca, habitual en los invernaderos.
Las plagas de pulgones, entre las más comunes, suelen aparecen de primavera a otoño y exigen una supervisión constante para no convertirse en un problema serio. Las cochinillas y la polilla del geranio aparecen también en este periodo del año.
Una de las plagas de jardín más comunes. Los pulgones son pequeños insectos de color verde, negro o amarillo que se posan en el envés de las hojas y se alimentan de su savia. Las plantas afectadas van adquiriendo un tono amarillento. Es una plaga fácil de identificar: inspeccionando las hojas se aprecia claramente la presencia de estos insectos.
Además, es habitual que donde proliferan los pulgones aparezcan también hormigas. El pulgón segrega una especie de melaza que sirve de alimento a las hormigas. Ambas especies actúan en simbiosis, para desgracia de la planta: el pulgón provee alimento y las hormigas defienden al pulgón ante otras especies amenazantes.
Tienen aspecto de pequeñas lapas que se adhieren a las plantas y van alimentándose de su savia. Se la llama también cochinilla algodonosa por su cuerpo blanquecino. Segregan una sustancia de la que se alimentan las hormigas y actúan con estas en simbiosis: para detectar la cochinilla a veces basta con seguir el rastro de las hormigas.
La mosca blanca se posa en el envés de las hojas, succionan la savia y sus excrementos dañan sus hojas, al tiempo que favorecen la aparición de hongos y bacterias perjudiciales para la planta. Para reconocer esta plaga, basta con agitar la planta: si hay moscas blancas saldrán volando.
Son insectos diminutos cuyas larvas suelen encontrarse en el envés de las hojas, mientras los adultos saltan de planta en planta. El daño lo producen royendo las superficies más tiernas de la planta, dejando tras de sí decoloraciones amarillentas o blanquecinas. Sus excreciones provocan manchas negras en la planta.
La araña roja es de tamaño pequeño, pero su gran capacidad de reproducción la convierte en una seria amenaza para nuestros jardines. Sus huevos suelen encontrarse en el envés de las hojas. Su cuerpo es ovalado y más redondo en el extremo trasero. A pesar de su nombre, pueden ser desde amarillo claro a naranja, rojo y marrón casi negro.
La araña roja se alimenta de la savia de la planta, perforan y succionan, provocando que las hojas amarilleen y la planta vea reducido su crecimiento.
Los caracoles y las babosas son especies muy agresivas con las plantas por su capacidad para morderlas y la secreción de una sustancia que causa la decoloración de los bordes de la hoja de la planta. Atacan los brotes más tiernos y las raíces; son especialmente peligrosos para plantas jóvenes. Las orugas y gusanos se alimentan de las plantas y pueden también comprometer su salud.
Los ratones, las ratas y los topos son amenazas muy serias para la integridad de nuestro jardín e incluso de la salud de las personas, ya que pueden transmitirnos enfermedades. Generan pasadizos, crean agujeros, destrozan las plantas de raíz… Son difíciles de erradicar, ya que se reproducen durante todo el año.
El oídio se detecta a simple vista: es un vello blanquecino que afecta a hojas y tallos de plantas normalmente a la sombra o afectada de un exceso de humedad, lluvias prolongadas… Es habitual que afecte a especies débiles por no ser autóctonas. También puede aparecer en plantas mal ventiladas o con un exceso de abono (que obliga a la planta a absorber más agua de lo normal).
Se conoce por roya a varias especies diferentes de hongos con un punto en común, el aspecto de la planta infectada (ver imagen). Aparece en climas húmedos y con temperaturas de frescas a moderadas. Esta infección afea la apariencia de las plantas, afecta a su crecimiento, reduce su producción de flores y frutos, y las hace vulnerables a plagas de insectos y otras enfermedades.
El mildiu se manifiesta en forma de manchas sobre las hojas, de color claro en las hortalizas y rojizas en los rosales. Su proliferación afecta al crecimiento de la planta. Suele aparecer en zonas de clima frío y húmedo, en lugares de humedad permanente e incluso en casos de abono excesivo, que obliga a la planta a absorber más agua de lo normal.
Es una enfermedad que se transmite por el agua y que afecta a numerosas especies de plantas. El hongo se desarrolla en suelos con mal drenaje, pobres en oxígeno y con exceso de riego. Las hojas de las plantas amarillean y se marchitan. Según avanza la infección, las raíces se tornan oscuras y emiten olor a pudrición. No es posible recuperar las plantas afectadas, por lo que lo más recomendable es eliminarlas para evitar que la infección se propague a otras.
El jardín es un ecosistema cuyo bienestar depende de que sepamos mantener el equilibrio adecuado.
La proliferación de plagas rompe este equilibrio, pero la solución no es la erradicación de los insectos, sino su control. Estas especies tienen sus depredadores y el uso excesivo de pesticidas o productos químicos pueden acabar con la plaga, pero también con el resto de especies que viven en el jardín.
Por ejemplo, la mariquita es un depredador del pulgón y lo mantiene bajo control. Si actuamos sin conocimiento, podemos perjudicar antes al depredador que a la plaga y contribuir a la expansión de ésta.
Por otro lado, se dan circunstancias en las que plantando determinadas especies de plantas podemos contribuir al control natural de ciertas plagas, como es el caso de la cochinilla.
En definitiva, ante un problema serio de plagas o enfermedades de las plantas, es conveniente contar con ayuda profesional para aplicar una solución específica y a medida, con supervisión posterior, para perjudicar lo menos posible al ecosistema que es nuestro jardín.